Aquellos son seres
ocultos que deambulan por los pasillos de las dependencias
judiciales, a paso ligero, pues han recibido alguna orden. Saben que
el tiempo es esquivo y una demora, por más mínima que parezca,
puede gestar algún que otro ceño fruncido. Llevar algunos
expedientes a otro despacho, avisarle a algún superior cualquier
vicisitud de la mesa de entradas, incluso cumplir alguna tarea menos
glamorosa pero, no por ello innecesaria, como llevar un cortado al
jefe, armar expedientes de la mismisima nada, recibir escritos y
repetir hasta el hartazgo "Está a despacho" cuando un
abogado insistente tiene el tupé de desubicarse, solicitando que la
justicia funcione con celeridad y le de a su expediente, o causa,
un tratamiento adecuado.
Deben aprovechar al
máximo el tiempo para obtener algo de experiencia. Aquellas tareas
invaluables alguien debe hacerlas, no es lógico que un juez, fiscal
o defensor oficial ensucie sus manos o perturbe su psiquis con una
fotocopiadora que se empeña en dejar de funcionar cada 4 fojas.
Tampoco es habitual encontrar secretarios u oficiales mayores
desempeñando estas tareas pues su labor de creación jurídica
podría verse empañada, las tareas menores tienen un recipiendario
natural..."El Pasante".
Son las 10 de la
mañana y la entrevista ha comenzado. El secretario, quien
habitualmente se ocupa de los Recursos Humanos, atiende al sujeto que
pretende obtener el empleo. Al mirar el escritorio ve otros legajos,
la inquietud aborda al aspirante, pues la competencia existe y es
voraz. Comienzan las consultas de rigor, ¿por qué te interesaría
trabajar acá?, ¿cómo te trata la carrera? Y el entrevistado, con
una sonrisa de cartulina, responde cada pregunta como si estuviese en
un programa de concursos, intentando terminar el reinado de terror
(¿y conocimiento legítimo? De Gerardo Sofovich. Si la persona tiene
algo de osadía, preguntará si han venido otras personas, sabiendo
que la respuesta, generalmente, será positiva. Un secretario más
abierto puede mencionar la cantidad de aspirantes e, incluso, abrir
el diálogo a cuestiones conexas pero no estrictamente laborales. Al
joven (o la joven, lo aclaro sólo una vez) se le presentan las
características del trabajo. Este es el segundo paso de la
entrevista. Los secretarios suelen decir que el régimen de pasantías
tiene como objetivo obtener una ventaja apreciable para ambas partes:
"Vos ganas experiencia, aprendes y mientras nos das una mano a
nosotros" es la frase más escuchada, según recopilación de
testimonios. La tercer etapa
consiste en preguntas del aspirante que actúa en forma positiva, es
decir, como si la pasantía fuese suya, así, consultar sobre los
días de estudio, el régimen de vestimenta y otras cuestiones
menores. Finalmente la entrevista culmina, el joven se levanta
de su silla y le da un apretón de manos firme y seguro al
secretario, gastando el último centímetro cúbico de formol que hay
en su cuerpo acartonado, por el respeto y la tensión.
Es Miércoles por la
tarde y suena el teléfono (móvil o fijo), es aquella voz, es el
secretario. Algo de adrenalina invade el cuerpo del pasante pues, a
menos que el sujeto sea un desalmado, de seguro ha llamado para
confirmar que el aspirante, desde el próximo Lunes, será pasante.
La charla confirma el vaticinio. El pasante cuelga el teléfono, una
sensación de satisfacción y autorrealización lo invade, ha
obtenido el empleo, ha pasado sobre 5 o 6 personas y logrado su
objetivo. De aspirante a pasante, de lodo a gloria.
Los días pasaron
rápido, ya es Lunes por la mañana. Para dar una buena impresión el
pasante camina, se toma el colectivo o de cualquier modo se las
rebusca para estar 7:50 A.M en el juzgado, tribunal, fiscalía o
defensoría. La puntualidad es importante, más el primer día. Mientras tanto, van llegando personas que
no conoce, pero con algo de intuición, supone que serán sus
compañeros. Finalmente llega
aquella cara conocida, el secretario, bordeando las 8 A.M., este lo
hace deambular por la dependencia, comienza a presentarle los compañeros de
trabajo, pero lo más habitual es que deposite al pasante en mesa de
entradas y le delegue a la persona con mayor manejo en este sector,
la presentación con los demás pasantes y la difícil tarea de
enseñarle los quehaceres habituales.
A medida que avanzan las semanas, el pasante está mucho más avezado en sus labores diarias. Generalmente divide su tiempo, durante parte de la mañana, asiste en mesa de entradas a alguien con mayor experiencia en el campo de batalla, busca los expedientes en letra, recibe escritos poniendo cargos, hasta que su mano es una suerte de palanca de carne y chequea el estado de las causas en el sistema informático a fin de informar al abogado (o procurador) que lo haya consultado. Luego, cuando las
aguas se han calmado, recibe las demandas y emprende la tarea de
"caraturarlas", armando el expediente de cero, para que
pasen a despacho, también se le puede solicitar que anote en el "Libro
de préstamos" los expedientes que han regresado haciendo
constar la fecha y el abogado que lo retiro y devolvió, agregar cédulas y, si
hay en la dependencia fotocopiadora, se le endosará, ni lo duden,
la tarea de hacer duplicados de extensas actuaciones judiciales con
una maquina que, como he dicho, se empeña en arruinar aquella
magullada mañana.
Pero si pasan las
semanas, también los meses. De hecho han pasado 4 meses y el pasante
está confundido, desesperanzado. Si le ha tocado en suerte un buen
grupo de trabajo, socialmente hablando, quizás pueda sentirse más
cómodo, pero la idea revolotea su cabeza. "Pasaron 4 meses y
sigo haciendo lo mismo, ¿cómo avanzaré o qué aprenderé si me
paso la mañana sacando fotocopias o rastreando expedientes en un sistema informático
que mi bisabuelo, si resucitare, podría manejar con la misma
facilidad que yo?". Ahí es donde hace el
click, el aspirante esperanzado por el régimen de asistencia mutua
(que el secretario prometió en la entrevista) se da cuenta que las
pasantías sólo le sirven a un sector...al estado. Puede estar 6
meses, 1 año o el tiempo que desee, pero si aprender la labor de un
abogado y algún atisbo de técnica jurídica eran sus objetivos,
mejor que los cambie por otros más asequibles, como aprender a ser
rutinario, repetitivo, ordenado y automatizado. Encima suele ocurrir
que a los superiores no les gusta el ocio, al menos el ajeno,
entonces si el pasante es atrapado, leyendo una demanda o un
expediente en su debido orden, de seguro, en el mejor de los casos,
le darán alguna otra tarea útil a la dependencia y si el referido
superior está en un mal día, le dará una pequeña
reprimenda, recordándole que no está ahí para leer expedientes
(¿no entra en el concepto de aprender?).
Como habrán notado,
la entrada pretende "despersonalizar" el asunto, dotándolo
de sarcasmo, incluso irreverencia a las instituciones. De todos modos
debo confesar que yo he sido pasante y las experiencias y ejemplos se
desprenden de vivencias personales y ajenas. Para comprometer mi
opinión debo decir que el régimen de pasantías es algo bastante
cercano a un abuso institucional. Las prácticas en dependencias
judiciales existen porque se ha hecho una industria de la
inexperiencia. Con industria me refiero a negocio, lisa y llanamente,
pues las pasantías se han instaurado para tener estudiantes, o
jóvenes profesionales, que desarrollan tareas, la mayor de las veces
, "Ad Honorem". El deseo de
aprender, de empaparse en el mundo judicial, de no ser un egresado
sin haber trabajado, llevan al estudiante a ingresar al régimen de
pasantías judiciales pues, presupone, serán valoradas en su
curriculum o incluso le permitirán obtener un nombramiento. La falta
de retribución dineraria al desarrollar una práctica es una
consecuencia no deseada, pero necesaria, a fin de obtener
experiencia. Aquí es donde se produce otro abuso pues aquel trabajo
idílico, donde aprendería la labor judicial, se reduce a realizar
las tareas superfluas que nadie con cargo o título desea emprender. El secretario que
prometió utilidad mutua contempla, indiferente, al pasante que
deambula por el recinto cargando diez o quince kilogramos de
expedientes, visita despachos para anoticiar a sus superiores de
alguna circunstancia, saca fotocopias o atiende la mesa de entradas,
sabiendo, probablemente, que su palabra no ha sido cumplida..¿pero
acaso le importa?, si el pasante está insatisfecho en un par de
semanas podrán encontrar un reemplazo, probablemente antes, pues
con levantar el teléfono y llamar a otros entrevistados que no
quedaron alcanza. De seguro el Lunes siguiente alguien estará, a las
7:50 A.M., al pie del cañón, esperando recibir instrucciones.
Otra cosa que jamas
entendí, ni entenderé, es por qué se llama trabajar "Ad
Honorem". Tengo entendido que en latín puede significar "por
la honra, el honor"...pero no por el dinero. ¿Dónde está el
honor cuando se trabaja gratis en una sociedad que "monetariza"
todo lo que tenga una medición temporal?. Si alguien trabaja seis horas
diarias, treinta semanales, cumple, en algunas ocasiones, la misma jornada
que desempeñan sujetos que cobran sueldos cuantiosos, entonces
¿podemos considerar honroso un trabajo sin percibir remuneración
alguna?. El honor está en muchas cosas, dar la vida por tu país, para los menos belicosos, ser una buena persona, tener palabra, ser un amigo fiel, ayudar y cuidar a los animales pero...¿trabajar gratis a cambio de supuesta experiencia?, que alguien me lo argumente, estoy interesado en tener otras posturas pues yo no le encuentro sustrato lógico, ni como pasante que fui, ni como abogado que soy. A lo sumo que se reemplace el "Ad Honorem" por "Ad Experiri" (experiencia en latín) pero de todos modos sería algo impreciso, pues el concepto de experiencia que yo contemplo al parecer no lo he podido encontrar en mis prácticas. De todos modos sería
más preciso que decir "Ad Honorem" pues de algo estoy
seguro, trabajar de forma gratuita, realizando las tareas que nadie
quiere hacer, invirtiendo tiempo de estudio y, a veces, dinero propio
en viáticos (que jamas es compensado), está realmente lejos de mi
visión de lo que es el honor.
Si alguien tiene
inquietudes de aprehender conocimientos técnicos, desde ya, no le
recomiendo que realice una pasantía. Lo que se aprende en una
práctica puede llevar a las mentes curiosas a lamentarse haber
elegido la carrera...rutinas, labores repetitivas, escritos perdidos
que valen lo mismo que algún órgano corporal de quien no los
encuentra y por último, como no menos importante, una cadena de
mando vertical donde las responsabilidades se derraman de arriba a
abajo (como era de suponer) hasta llegar al escalafón inferior que,
¿quién será?, si dijeron pasante estaban equivocados, de seguro la
responsabilidad caerá en algún oficial de menor jerarquía pues
quizás lo único bueno de practicar es que no se tendrán muchos
derechos pero tampoco podrán endilgarte responsabilidad alguna,
usualmente. Pero el punto es que
el derecho, por suerte, es mucho más amplio, interesante y dinámico
de lo que la estructura judicial, desde adentro, parece indicar.
A modo de cierre de esta polémica entrada debo decir que, a mi entender, las pasantías constituyen un régimen que aprovecha la necesidad e inocencia de los estudiantes de derecho a fin de obtener mano de obra barata (o gratuita) que desarrolle aquellas tareas odiosas que toda dependencia pública necesita cumplir. A cambio se suele prometer la adquisición de experiencia que, en estos casos, se transforma en una suerte de moneda de cambio "Sui generis" pero que al futuro profesional podría serle muy útil. He aquí la "mercantilización" de la experiencia. De todos modos, como mencioné más arriba, hay tipos de experiencia y visiones sobre la misma. Lo que yo considero experiencia no lo he podido adquirir atendiendo una mesa de entradas o armando expedientes y lo único moderadamente útil que era leer expedientes, no satisfacía a mis superiores pues contrariaba el ritmo incesante de trabajo. Era tiempo desperdiciado, una tuerca atorada en el engranaje judicial, para ellos, posiblemente, una pérdida de tiempo de mi parte. A todo esto, hay una ley nacional, la 26427, de pasantías educativas. Su artículo 15 dispone que el pasante recibirá, en carácter de asignación estímulo, una suma de dinero variable de acuerdo a la carga horaria, etcétera. El artículo 13 dispone que las horas de "trabajo" no podrán superar las veinte horas semanales, algo que no se cumple demasiado. Esta es una ley nacional, realmente no he podido rastrear la legislación provincial ni la acordada de la corte que extiende las pasantías de 6 meses a 1 año, como máximo. De todos modos, sin conocer como funcionan las prácticas en la Ciudad de Buenos Aires o en otras provincias, en la Provincia de Buenos Aires, es poco habitual que se aporte la asignación estímulo o que se respeten las jornadas laborales de veinte horas semanales. Es imperioso regular al respecto para darle coherencia a una profesión que pretende velar por los derechos de las personas, impedir su vulneración y, eventualmente, lograr la reparación del daño causado pero que asiste, impávida, a un desfile de miles de individuos que aportan tiempo, esperanzas, esfuerzo y no reciben casi nada a cambio.
"EL EX PASANTE"
Te aplaudo colega , soy recién recibido , me he pasado más de una hora leyendo tus notas.. Y en esta en particular coincido muchacho ! Un abrazo !
ResponderBorrarQué tal Anónimo :). Muchas gracias por su mensaje. Le dejo mi mail si gusta comunicarse y efectuar cualquier crítica o comentario sobre el blog. jmriveroclauso22@gmail.com
ResponderBorrarUn saludo cordial.
saludos de otra ex pasante, excelente texto!
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