Una característica esencial que tiene el abordaje de los casos policiales por parte de los medios de comunicación es la excesiva dedicación de horas, generalmente plagadas de supuestos trascendidos de dudosas fuentes públicas o meras especulaciones y, por desprendimiento, el poco rigor para informar.
En otra entrada he tenido oportunidad de expresar algunos criterios de selección de casos por parte de las agencias noticiosas y difusores de información. El hecho que motiva esta entrada quizás englobe alguno de ellos. Me refiero al "Caso del cirujano". Se trata del ABC del experto en medios: un profesional de una ciencia altamente valorada por el común denominador social es acometido por un presunto delincuente, una suerte de álter ego del inconsciente colectivo, y del altercado éste último resulta abatido en un confuso episodio.
De todos modos ahora no pretendo ahondar en los medios sino en las consecuencias que tuvo la difusión del caso en la opinión de muchas personas. En particular el arraigo de una falacia: LOS DERECHOS HUMANOS SON DE LOS DELINCUENTES Y NO DE LAS VÍCTIMAS. Se trata de una suerte de bandera cual lema ha sido enarbolado por representantes de lo más variado del ámbito popular.
No es complicado desentrañar algunos errores en la mera terminología de la frase citada en el párrafo anterior. El empleo de la palabra "víctima" resulta engañoso pues si se trató de un caso donde está discutido un posible exceso en la legítima defensa o la mera comisión de un homicidio simple por parte de quien fue arremetido en su vehículo, sería impreciso jurídicamente llamar a éste "víctima" cuando del hecho puntual motivo de gran parte de la investigación (y atención mediática) fue presunto autor. Tal falta de precisión podría zanjarse con facilidad si se entendiera que la alusión a víctima y delincuente corresponde a la atribución social de roles a los intervinientes en el hecho. Quien frustró con el disparo de su arma de fuego un posible robo puede ser incluso, un delincuente, en caso de ser no ser encuadrable su situación en la legítima defensa, pero para el imaginario popular será víctima. En cambio quien pretendió asaltar al cirujano siempre será el delincuente. La sociedad ha repartido los roles pues de tal ejercicio de atribución de posiciones surge una clara identificación de muchos de sus integrantes con el médico. Generalmente hay una tendencia individual, que al parecer es extrapolada a la sociedad, de elegir el mejor rol (o el más ventajoso) en caso de tener esa posibilidad vigente.
Por otro lado la utilización a diestra y siniestra de algo tan complejo como son los derechos humanos en ejercicios de cosificación seguidos de atribución material, como si se tratasen de una mera cosa mueble que pertenece a quien la posee a título de dueño, es bastante reprochable. LOS DERECHOS HUMANOS SON DE...es como decir que la patria, la religión, la humanidad son susceptibles de ser poseídos por alguien. No es así, los derechos humanos no son de alguien en particular, pertenecen a todos los individuos que formamos parte de la misma especie.
Si quisiera ser más específico y no caer en cuestiones pertenecientes a otros campos del saber ajenos al derecho correspondería analizar la falsedad en una posible atribución de titularidad de los derechos humanos a los delincuentes. Primero porque al no haber resolución del caso mal habríamos de hablar de culpables o inocentes, delincuentes o víctimas. Segundo porque los Derechos Humanos no pertenecen a quien es sindicado como presunto responsable de un delito sino a todo aquel que pueda serlo, incluso el médico que en caso de ser vinculado con un exceso en la legítima defensa y juzgado, poseerá los mismos derechos que tendría quien lo arremetió en su vehículo y resultó muerto, mal que le pese a la sociedad esto último.
Pese a no ser experto en Derecho Penal, sólo guiado por las nociones esenciales aprehendidas durante mi estadía en la Universidad y poco más, me produce cierta molestia la liviandad con la que se tratan estos temas. Siento que detrás de estas frases hay una legitimación, cada vez menos implícita, de la brutalidad como medio de resolver los conflictos. Si bien es cierto que la delincuencia puede resultar violenta no se puede fomentar una respuesta idéntica como forma de detenerla.
No me gusta vivir en una sociedad donde la marginalidad lleva a que la vida de una persona valga la voluntad de quien está frente a otra con un arma a punto de dispararla, pero tampoco creo que responder con violencia sea la respuesta. En el caso concreto del médico pudo haber habido legítima defensa pero olvidar sus requisitos y pretender extenderla de acuerdo a la atribución social de roles y el fanatismo que se pueda tener a partir de la misma, es altamente riesgoso. Se llegaría al punto que se deba aplaudir al profesional que le disparó entre los ojos a aquel "negro" que se acercó a pedir unas monedas o le dio un par de golpes al parabrisas pues uno siempre será la víctima y el otro delincuente. Bajo una sintonía tan alejada del Derecho Penal siempre sería legitimado aquel al que la sociedad y su manto de opinión protege y castigado quien es mal visto, así de las propias circunstancias del hecho surja que la responsabilidad es exactamente opuesta.